Metallica - Barcelona 2019: Concierto de fuego y viento
Cuando en
2015 tuve la oportunidad de presenciar el concierto de AC/DC en el
Estadio Olimpic de Montjuic, me dije que era la última vez que
acudía a un concierto organizado en un recinto de grandes
dimensiones. Pero... ¿quién puede rechazar el regalo de una entrada
para ver a Metallica? Yo no, desde luego y, gracias a la generosidad
de mi hija fui; excéptico, pero ilusionado, aún sabiendo lo que un
macro-concierto de estas características puede deparar.
Que el
ascenso de Metallica al mainstream no ha sentado bien a un sector de
quienes dicen ser sus seguidores es algo que ha quedado plasmado en
las críticas recibidas en esta nueva gira que comenzó el pasado 1
de mayo en Lisboa y continuó el día 3 en Madrid y el 5 en
Barcelona. Con cierto egoísmo en su pensamiento, muchos de esos
“fans” no ven con buenos ojos el desbordante éxito de una banda que hubieran
querido mantener a un nivel de culto para poder disfrutarla solo unos
pocos. Son los mismos que ya empezaron a
criticarles por la producción de … And Justice For All, por
haberse vendido con la publicación del denominado Black Album,
por haber dado un inesperado giro en Load y ReLoad, por el
lanzamiento del vapuleado St. Anger y porque no les terminan de
convencer ni Death Magnetic, ni Hardwired... to Self-Destruct.
Pero...
¡estamos hablando de Metallica señores!, la banda de metal más
importante de la historia. No podemos menospreciar el hecho de que
gracias a ellos el metal trascendió de los círculos minoritarios
para traspasar fronteras y constituirse como una opción musical tan
válida como cualquier otra, que acabó por atrapar a millares de
aficionados de todo el planeta. Obviamente, el éxito conlleva una
serie de “daños colaterales” que es necesario saber asumir en la
actualidad, y uno de ellos es tener que presenciar sus actuaciones en
directo en recintos enormes. Aunque nadie está obligado.
En el caso
del Estadi Olimpic de Barcelona, su actuación requiere de un
análisis objetivo ya que hubo un elemento que condicionó
enormemente su presentación: el viento. Pero, vayamos por partes.
AMBIENTE
Camino del
Estadi Olimpic me topé con algún padre que llevaba a su hijo por
vez primera a un concierto. Las conversaciones no dejaban duda de
que Metallica tiene asegurada una nueva generación de seguidores
para lo que dure el resto de su carrera. A la pregunta del padre de
cómo se sentía, un niño de unos 10 años le contestó, “entusiasmado, emocionado y nervioso”. Más adelante, otro niño
de similar edad le preguntaba inocentemente al padre... ¿crees que
podré ser tan buen batería como Lars Ulrich?...
Ya dentro del
recinto, mientras Ghost ejecutaban sus últimos compases ante el
entusiasmo de unos pocos y la indiferencia de muchos, el ambiente era
de fiesta total, un lugar y momento para que los colegas se junten y
pasen un buen rato viendo (algunos intentando ver) y oyendo (algunos
intentando oír) a su grupo favorito. Todo un ritual en el que hay que
asumir las circunstancias añadidas, demasiada gente en los lavabos,
demasiada gente comprando comida, demasiada gente comprando bebidas,
a su vez, demasiado caras. En fin, demasiada gente en todos lados.
Eso es lo que conlleva un concierto de estas características.
LA PUESTA EN
ESCENA
A minutos del
inicio el Estadi presentaba una imagen impresionante, casi lleno, con
escasos huecos donde situarse. Los más privilegiados apretujados en
el “Gold Circle”, instalado en medio de dos pasarelas que salían
desde el escenario principal para converger en segundo espacio donde
se situaba la primera línea de pista. Unos metros más atrás una
valla separaba una segunda línea de pista, evidentemente, con un
precio más asequible. Siempre habrá voces críticas con respecto a
esta división pero hay que reconocer que, en cierto momento, puede
servir para evitar avalanchas.
El escenario
principal era lo suficientemente amplio como para perderse y desde lo
alto de la tribuna los componentes del grupo parecían muñecos de
playmobil. Suerte de las enormes pantallas colocadas en el fondo donde se podía ver las evoluciones del grupo, no sin sufrir durante
bastante tiempo algunas molestas interferencias.
SONIDO
Aquí
llegamos a un punto determinante. Una de las claves de un buen
concierto es el sonido y, por desgracia, el de Barcelona fue nefasto
durante la mayor parte el tiempo. Los que más lo sufrimos fuimos
aquellos que estábamos instalados en la alturas ya que el molesto
viento que surcaba la montaña de Montjuic se llevaba “de paseo”
parte de las notas que los componente de Metallica extraían de sus
instrumentos, sobre todo los solos de guitarra de Kirk Hammett,
aunque también parte de los riffs de James Hetfield. Ni qué decir
del bajo de Robert Trujillo. Posiblemente, Lars Ulrich fue el menos
perjudicado..
Posteriormente
supe que en algunas zonas de pista el sonido también falló, aunque
otras opiniones mencionan que estuvo bien. En un entorno tan amplio y
al aire libre y con viento en contra, imagino que no debe ser un
trabajo fácil dominar las ondas sonoras que viajaron incluso hasta
barrios de Barcelona alejados varios kilómetros de Montjuic. Hubo
vecinos que estaban en su casa tan tranquilos y, de repente, les
entraba una ráfaga de “Sad But True” por la ventana. No es una
invención, así quedó reflejado posteriormente en los periódicos generalistas.
En todo caso,
tampoco se le puede achacar al grupo de las defectuosas condiciones
del sonido. Los miembros de Metallica también lo sufrieron sobre el
escenario, y no me imagino a James Hetfield parando el concierto para
llamar la atención del encargado de sonido para que solucione el
problema.
EL REPERTORIO
Otro aspecto
que conlleva diversidad de opiniones es el set list. Como sucede con
las selecciones de fútbol, también en los conciertos cada cual
tiene en mente su “alineación”. Pero tampoco es para “rasgarse
las vestiduras”, como se suele decir. En mi caso, me sobran todas
las baladas. Creo que hay mejores temas para disfrutar en directo que
“The Memory Remains”. En cuanto a “The Unforgiven”, es la
cuota a pagar por haber alcanzado el status de “banda mainstream”.
Entendí que cuando sonaron los primeros compases el recinto
registrara un “oooohhhhh” enorme y los móviles se encendiesen a
cientos. Pero yo soy más de caña y me hubiera gustado poder
disfrutar de “Battery”, por ejemplo. En cambio, no sé por qué
extraña circunstancia, estaba deseando escuchar “Frantic” del
menospreciado St. Anger que, por cierto, sonó bastante bien a pesar
del viento (por ahí dicen que sonó como el culo, para mi no,
cuestión de apreciación). Misma opinión me merece “Nothing Else
Matters”, otra concesión para los “menos metálicos”,
escuchado en las emisoras de radio hasta la saciedad y que, para mi,
no merecía un lugar en los bises, todo lo contrario que la mayoría
de los presentes, que volvieron a soltar otro “ooooooohhhh”
mientras yo hubiera preferido “Fight Fire With Fire” o “Trapped
Under Ice”. Pero... es lo que hay.
EL CONCIERTO
Ciñéndome
en concreto a lo que dio de sí el concierto y desde un campo de
visión limitado así como las dificultades sonoras mencionadas,
estas son algunas conclusiones.
Tras la obligada intro de “Ecstasy
Of Gold” del la banda sonora de la película El Bueno, El Feo y El
Malo, arrancaron con “Hardwired” que, a pesar de no ser un tema
“puntero” y de contar con deficiencias sonoras, fue recibido con
entusiasmo, seguramente motivado por la acumulación de adrenalina a
la espera del inicio. Ya he comentado sobre “The Memory Remains”.
A mi juicio colocada demasiado pronto, cuando lo que requería la
presentación era una nueva dosis de energía. La que llegó, por
suerte, con la siempre efectiva “Ride The Lightning”, seguida de la más pesada y cadenciosa “The Thing That
Should Not Be”, que fue la primera vez que se interpretaba en esta
gira.
Con “The
Unforgiven” volvieron a poner un inoportuno freno aunque con el
anuncio de “Here Comes Revenge” la cosa prometía subir algo de
tono, sin embargo el viento dispersó un tema que tiene interesantes
pasajes. Algo mejor sonó “Moth Into Flame”, otro de los temas
rescatados de Hardwired... To Self-Destruct.
El vigor de
“Sad But True” doblegó al viento y lo disfrutamos bastante, seguidamente, “en
un soplo”, sin casi darnos cuenta, sonaba “Fade To Black” para
empalmar con el hilarante momento en el que Metallica concede una
intromisión de algún tema local representativo, en este caso el
mismo que ya realizaran en su última visita, “El Muerto Vivo” de
Peret y la rumba catalana. No se en qué momento surgió esta idea,
pero habría que decirles a Hetfield y compañía que se dejen de
tonterías y si quieren hacer alguna versión busquen algo mejor que
esté más ligado al heavy. Tengo entendido que en Madrid tampoco
sentó muy bien que apostaran por un tema de Los Nikis. Barón Rojo,
Obús... hay cientos de bandas españolas de heavy metal para hacer
una versión digna y no tener que recurrir a opciones alejadas del
metal.
Por suerte,
acto seguido llegó la que para mí fue la parte más emotiva del
concierto. El homenaje a Cliff Burton con solo de bajo a cargo de
Robert Trujillo incluyendo parte de “Orion”.Ver el entusiasmo del
fallecido bajista por la enorme pantalla fue estremecedor.
Aunque
parezca raro, “Frantic” sonó bastante potente y convincente ante
la pasividad de la mayoría del público y el júbilo de unos pocos
(entre los que me encontraba). Una buena introducción para la que
sería, a continuación, la mejor parte del concierto. Tras unos
relumbrantes efectos bélicos le tocó el turno a una brillante
“One”, con toda su carga turbadora implícita. Sin tiempo a
reaccionar, apareció la monumental “Master Of Puppets” para
recordar quienes son los “maestros” del metal en el planeta.
Las positivas
vibraciones se mantuvieron en la recta final. Del pequeño escenario
situado al final de los dos pasillos surgió una nueva batería y,
con todos los miembros unidos en el pequeño espacio, sonaron los
compases de “For Whom The Bell Tolls”, inspirada en la novela de
Ernest Hemingway del mismo título y cuya acción transcurre,
precisamente, durante la Guerra Civil Española. “Creeping Death”
y “Seek & Destroy”, mantuvieron la energía al nivel esperado
y durante unos inestimables minutos pudimos ver a aquel grupo que nos
atrapó décadas atrás por su desbordante vitalidad. Los bises ya
serían otra cosa.
Tras dejar al
público con un “subidón” de aúpa abandonaron el escenario
para el consabido “tiempo muerto” y acometer a continuación con
los bises que, excepto el obligado e imprescindible “Enter Sadman”
que cerró el concierto, tanto “Lords Of Summer” y mucho menos
“Nothing Else Matters”, fueron dignos de ocupar ese privilegiado
lugar.
EL GRUPO
Mi situación
en el Estadi, no me permite opinar demasiado de la actuación
personal de cada uno de los miembros de Metallica. Hay quien sabe
hasta cuándo Lars se equivocó en los ritmos, ese no es mi caso. El
batería parece ser el más criticado pero tampoco será tan malo
cuando ha sido el co-fundador del grupo de metal más importante de
la historia. No será el mejor batería del mundo, tendrá sus cosas,
pero su desenfadada forma de tocar tampoco es para que se le machaque
de la forma que algunos lo hacen.
Como es
normal, al ser el frontman, James Hetfield acaparó la mayor atención
y, junto a Kirk Hammett, cada cual en su parcela, formaron la sólida
dupleta que conocemos. La particular voz de James sonó convincente,
como siempre, a pesar de que algunas estrofas se las llevase el
viento. Robert Trujillo cumplió con lo que se espera de él, aportó empuje y vistosidad por lo poco que pude discernir desde la lejanía.
CONCLUSION
James
Hetfield dejó claro en sus pocas frases que Metallica era una gran
familia, insistiendo varias veces en ello. Recordó que ahí seguían
después de 38 años dando guerra. No le faltó razón. La “familia
Metallica” goza de buena salud, presente estaba una nueva
generación de niños y adolescentes ilusionados con el futuro del
grupo.
En un momento
dado Hetfield gritó... “Metallica Is On Fire”, y fue
evidente que las candentes llamaradas, repartidas a lo largo del
concierto, fueron recibidas como una bendición en la fría y ventosa
noche de Barcelona y es que, definitivamente, fue un auténtico
“concierto de fuego y viento” una batalla entre los decibelios de
los “dioses de metal” y Eolo, dios del viento.
Esta fue una
excelente manera de despedirme de los conciertos masificados, no
habría podido ser mejor protagonista que Metallica. Cierro la puerta
a los grandes estadios. Desde la lejanía no se disfruta tanto y uno
no tiene ya la capacidad de resistencia de quienes estuvieron en el "Gold Circle" o en las primeras filas. Esos seguidores seguro que tiene
otra historia muy distinta que contar.
Nota: Fotografías extraídas de la página oficial de Metallica.
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