Copa América 2024 (cuartos): Uruguay-Brasil 0-0 (p.p.): La batalla de Las Vegas y sus consecuencias



No fue un partido de fútbol, fue una auténtica batalla la que Uruguay y Brasil disputaron en el Allegiant Stadium de Las Vegas dentro de los cuartos de final de la Copa América 2024.


Y es que la rivalidad entre Brasil y Uruguay viene de lejos. Desde 1950 nada menos, cuando los uruguayos derrotaron a los brasileños en el propio estadio Maracaná de Río de Janeiro por 2-1 en el último partido del Mundial, algo que quedaría para la memoria histórica del fútbol como el “maracanazo”.

Más allá de la violencia en la que estuvo envuelta la contienda, con entradas temerarias como la de Nández al tobillo de Rodrygo que le costó la expulsión y el hecho de que dos compañeros de equipo, Araujo y Raphinha (ambos del FC Barcelona), tuvieran sus más y sus menos, el partido ratificó el mal momento por el que está pasando la selección brasileña y confirmó a una Uruguay poderosa con posibilidades de conquistar el título.

Pocas veces se ha visto en un terreno de juego a una selección de Brasil con tan pocos recursos y escasa personalidad. Sin uno de sus jugadores más determinantes como Vinicius, Brasil perdió gran parte de su peligrosidad, cediendo la responsabilidad a un jugador joven y con futuro como Endrick, pero inexperto para un encuentro de esas características. Ni Raphinha, ni mucho menos un apagado Rodrygo, fueron capaces de generar ocasiones de gol claras, mientras sus compañeros de la zona media se desgastaban en su “lucha” (literalmente), contra unos adversarios pegajosos y excesivamente agresivos, que abortaron cualquier intento creativo de sus rivales. En definitiva, un Brasil sin rumbo y sin mando, como quedó patente a la hora de escoger quiénes debían lanzar los penaltis, con los jugadores haciendo un ruedo y el seleccionador pidiendo permiso para opinar levantando un dedo. Una imagen lamentable que ha dado la vuelta al mundo. Evidentemente, Brasil es un barco a la “Doriva”.

A Uruguay se le puede, y debe, criticar la violencia que emplea. Seguramente le costará más de un disgusto en el futuro si mantiene esas características. Pero es una selección, al contrario que Brasil, comandada por un “viejo zorro” del fútbol como es Marcelo Bielsa, quien sabe extraer de su “mano de obra” el máximo rendimiento. Bielsa, brusquedades aparte, ha inculcado a sus discípulos en espíritu ganador, que no dan un balón por perdido y tienen las cualidades suficientes para doblegar a cualquier rival.

Con una generación de jugadores que aún tienen mucho recorrido por delante, Uruguay puede seguir creciendo y un importante primer paso sería coronarse campeón de América. Claro está, si antes, la Colombia de James Rodríguez no le impide el paso a la final.












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